Explorando casi 500 kilómetros del Océano Atlántico, descubrimos los rincones más remotos y deshabitados del paraíso. El terreno accidentado acababa en una belleza prístina. Playas de arena ocultas que se encontraban con un impulsivo oleaje.
Un avión hundido y un barco pesquero abandonado eran el único rastro de intervención humana. Solo nos quedaba preguntarnos: «¿Qué nos dará hoy la naturaleza?»